Cada tres años estoy tentada de decir, como muchas compañeras, que ya estoy harta y no pienso ir a encuentro feminista ninguno. ¿Otra vez correr de un taller a otro? ¿Otra vez plenarias, donde una no sabe por qué está hablando esta y no aquella? ¿Otra vez peleas para ver en qué país se hará el próximo? ¿Y las filas para el almuerzo...?